
26 de noviembre al
12 de diciembre de 2025
Donde el paisaje termina
por Aurora Rodríguez
Donde termina el paisaje explora desde la fotografía y el dibujo el momento en que la mirada deja de reconocer lo real y comienza a reinventarlo a través de un umbral difuso, donde las líneas de lo figurativo se deshacen y la imaginación completa aquello que la tierra ya no muestra.
Para Aurora, el paisaje no es un simple telón de fondo, sino el espacio que posibilita determinadas relaciones humanas. Concienciada sobre el vaciamiento del mundo rural, registra las huellas de un entorno cada vez más olvidado. En esta línea, Mario Guixeras destaca que “la artista desarrolla una voluntad de tomar consciencia de un paisaje actor, compuesto por una diversidad de agentes humanos y no humanos que se co-producen constantemente”. A través de los lugares y de los objetos cotidianos, Aurora logra evocar la memoria rural.
Este interés —explica la artista— surge de la necesidad de documentar cómo las personas se relacionan con el entorno. Los elementos de un paisaje abandonado evocan desde esa ausencia los ecos de una presencia pasada. Su trabajo funciona como un alegato para seguir imaginando aquellas voces que se resisten al olvido.
El gesto y el caminar atraviesan la práctica de Aurora; esa actitud de flâneur, de paseante que recorre el territorio y “agarra” los elementos que le llaman la atención, define también el carácter de sus fotografías. Es un caminar en apariencia azaroso, pero guiado por intuiciones que terminan por cartografiar un mapa emocional del paisaje. Para la artista, el territorio deja de ser un espacio de mera contemplación para convertirse en un suelo que cobra cuerpo.
Ella, que ha crecido en estos espacios, transforma sus imágenes en un acto de autoconocimiento. “Fotografiar es para mí una forma de estar presente. Es un acto de escucha visual que me permite descubrir cómo los espacios nos construyen a la vez que nosotros los construimos”, afirma la propia Aurora.
La parte del dibujo constituye la segunda fase de este proceso, en la que la artista, ya distanciada de ese entorno, evoca sus recuerdos del paisaje y lo transforma en un lenguaje propio. Mientras la fotografía captura ese “momento del olvido”, el dibujo implica una acción distinta: surge de la imposibilidad de permanecer en contacto directo con el lugar, pero permite evocarlo a través del gesto. De este modo, se contrasta la apariencia de realidad que ofrece la fotografía con el carácter más difuso del dibujo.
Nacida en Elche de la Sierra, un pequeño pueblo de 3.000 habitantes, Aurora creció rodeada de la calma y la belleza del entorno rural, una influencia que marcó su sensibilidad y la llevó a estudiar Bellas Artes en Murcia, Granada y Milán, donde descubrió su conexión con la fotografía y la escritura. Tras completar un Máster en Dirección de Arte y Diseño Gráfico en Madrid, su trabajo adoptó el espíritu del flâneur, el paseante atento a lo cotidiano que observa sin prisa y captura lo que encuentra en su camino, algo que se refleja en sus fotografías y esbozos.

